Toca por fin mencionar a la persona que creo que más me ha influenciado en esta vida. He mencionado a Los Simpsons, a Steve Jobs, a Quino y su Mafalda… pero me falta a uno. No flaqueo en decir que este hombre es para mí la persona que más me ha moldeado, si es que alguien ha conseguido moldearme mientras crecía. Y este hombre es Carl Sagan.
No voy a extenderme con su biografía. Resumiendo, Carl nació en Seattle el año 1934. Fue exobiólogo (exobiología = estudio de la biología extraterrestre), astrónomo y un divulgador científico como pocos. ¿Cómo una persona como esta hizo una huella tan grande en mí como para que se me haga un enorme nudo en el estómago al escribir estas líneas? Fácil. Fue mi padre.
Mi padre, que cuando yo era un chaval en etapa de absorber todo el aprendizaje que me llegaba, empezó a comprarme la saga de documentales Cosmos, realizada por Carl Sagan. Era una época en la que a mí me dió por la astronomía, los planetas, las estrellas y esas cosas, así que supongo que esa saga acabó en mi casa para que yo tuviera más material. Me tragué todos los documentales una vez. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra. Durante años, no paraba de verlos una y otra vez hasta el punto de que en mi casa se preocuparon por la integridad de los cabezales del reproductor VHS. Con la edad que tenía sólo me fijaba en las partes en las que salía el universo, las partes filosóficas e históricas me las saltaba.
Pero aún así, con Cosmos aprendí las Supernovas, las vidas de las estrellas, la historia de nuestro sistema solar, cómo la Tierra morirá dentro de 5.000 millones de años y cómo yo lo haría en mucho menos tiempo y cómo era algo natural, la interacción que podríamos tener con otras especies de la galaxia en una alianza… era sumamente interesante. Aún recuerdo algunas frases que en ese entonces me dejaban sin habla: En el universo hay más estrellas que granos de arena en todas las playas del planeta Tierra. ¿Cuesta de intentar imaginarse un número concreto, verdad? Es una buena referencia para pensar en la inmensidad del infinito que aún uso. Después, una secuencia legendaria me dejaba sin habla:
Esos trece documentales, llenos de joyas como esta, marcaron mi infancia. Profundamente. Más tarde, por el motivo que fuera (la edad del pavo, supongo), me alejé de la afición de la astronomía y los VHS de los documentales se quedaron durante años dentro de un armario.
Y luego, en 1996, Carl Sagan murió debido a una neumonía. En ese momento me entristecí, porque era la persona de esos documentales que tanto me gustaron. Pero nada más. Y crecí.
Y llegó un momento, cuando era ya un adolescente con pleno derecho a ver películas de dos rombos, redescubrí esos documentales gracias a internet. Me los bajé a una calidad superior y me percaté de que se habían remasterizado. Y entonces fue cuando me puse a verlos con gran atención, recordando mis interminables horas delante de la tele.
Y ahí ya no me saltaba ninguna parte del documental. Y entonces fue como si Carl me hubiera dado carta blanca para que yo supiera opiniones más complejas: evolución contra la religión, las consecuencias detalladas de un contacto extraterrestre, grandes hazañas de la historia antigua que acabarían desembocando en útiles recursos para los astrónomos… fue como ver algo completamente nuevo. De nuevo, me quedé fascinado. Aquél Carl que me había enseñado tanto sobre las estrellas ahora me educaba a más nivel, diciéndome que era agnóstico, enseñándome filosofía descubierta en la biblioteca de Alejandría, explicándome cómo podríamos percibir la cuarta dimensión.
Fue el segundo descubrimiento de Carl. Se convirtió en mi ídolo. Con el tiempo internet avanzó, y ahora no cuesta mucho encontrar los documentales Cosmos a enteritos en YouTube. Un día, hace pocas semanas, curioseando por el número 13, descubrí que habían añadido algunas cosillas de más con un Carl Sagan algo más avanzado de edad, comentando cómo había avanzado la ciencia desde que se hicieron esos documentales, y cómo la civilización había evolucionado con hitos como la caída del muro de Berlín.
Fue entonces cuando quise buscar en YouTube las noticias de su muerte. Y lo encontré, hace pocas semanas.
Tras estar acostumbrado a verle sano en los documentales, ver a Carl tan debilitado, sin pelo y afectado por la enfermedad me derrumbó moralmente en un segundo. Sin apenas darme cuenta, estaba solo en mi habitación sollozando, derramando lágrimas, por una persona que murió hace ya quince años. Dándome cuenta de lo que había significado esa persona para mí.
Todavía ahora se me empañan los ojos cuando oigo la sintonía de apertura de Cosmos. Esos trece documentales marcan mi forma de entender a la humanidad, al universo, a prácticamente todo. Me han educado más que muchos libros de texto que he usado en la escuela. Y no ha sido hasta hace muy poco tiempo que han empezado a lanzar material en internet en su honor: The Sagan series, una serie de capítulos muy cortos que recogen la esencia de todo lo contado por Carl en Cosmos; y la promesa de una nueva edición de los documentales realizada por Seth McFarlane, el creador de Family Guy.
No os imagináis cuánto admiro a este hombre. No os hacéis una idea. Cualquier otra persona, por muy crack que os diga que sea, es secundaria. Muchas veces me enorgullezco de ver cómo aún se debaten sus estudios y reflexiones.