Cambiar de Mac en una era Post-PC

MacBook Air Apple iPad 2

Aún recuerdo hablar acerca del cambio que hice hará unos tres años, cuando pasé de tener un iMac y un MacBook a tener un MacBook Pro de 15 pulgadas que movía a todos los sitios y me servía como ordenador principal con la ayuda de un monitor Dell de 23 pulgadas fijo en mi mesa de trabajo. Aún sigo así, y este 2012 augura renovar de nuevo. Parece que lo mío son ciclos de tres años.

Es curioso, pero tras defender el sistema de un único Mac para todo ahora vuelvo a ir en dirección hacia un ordenador para cada tarea. Con la emancipación de hace un año y medio cayeron un Mac mini para la TV del salón y un MacBook Air para llevarme a los eventos de prensa y no castigar tanto la espalda con el MacBook Pro (aprendí la lección tras cargar con él cuatro días seguidos en el Mobile World Congress del 2011, este año con el Air ha sido una delicia). Así que el MacBook Pro se quedó fijo en casa, permanentemente enchufado a la corriente y al monitor. La batería se fue a tomar por culo, y lo que antes era una buena solución ahora es un apaño que permanentemente ocupa demasiado sitio en la mesa. Ahora que iCloud funciona en todos los dispositivos y no hay que hacer nada para sincronizar datos, tener más de un Mac ya no es el engorro que suponía antes.

Y este año toca cambiar el Mac principal. Y tengo un dinerillo ahorrado. La elección obvia es un iMac de 27 pulgadas, con su gráfica pepino y su tarjeta gráfica para mover lo que sea. Y hasta hace poco estaba convencido de que en cuanto los nuevos iMac saliesen al mercado iba a sacar la tarjeta de débito como loco para hacerme con uno. Pero estamos en la era Post-PC, y el nuevo iPad junto con los rumores de estos días están haciendo que me repiense las cosas un poco.

Pronto caerá mi primer iPad, y la idea es exprimirlo tanto como pueda. Lector de libros y cómics (espero que en Koomic hayan pensado en adaptar su catálogo a la pantalla retina del nuevo tablet), pseudo-consola (es de burros no admitir que iOS ha hecho ya mucho daño a Sony o Nintendo), e incluso un dispositivo que me asista en la mesa mientras trabaje, colocado con un stand para que pueda consultar cosas. Durante unos días incluso estuve pensando en coger simplemente otro MacBook Pro cuando salgan nuevos modelos con esa supuesta pantalla retina y simplificar mi mesa de trabajo al máximo trabajando con la pantalla del portátil y la del iPad.

Estuve probando este modelo aprovechando el iPad 2 de mi madre y mi MacBook Air de 11 pulgadas, y la verdad es que el el modo de trabajar no está nada mal. Pero hay el problema de la comodidad. Tras horas de trabajar así ves muy claro que el cuello se resiente de mirar siempre hacia abajo (se puede arreglar con un elevador), y si hace calor o le metes mucha caña el portátil empieza a ventilar a través del teclado. Recuerdo tener que retirar las manos momentáneamente de mi MacBook Pro en algunos veranos, porque literalmente mis dedos sudaban y se calentaban demasiado. Y yo me paso muchas horas delante de un ordenador, así que la idea se desvanece tal y como vino.

Este ejercicio me hizo ver que tenía que ir a por un sobremesa de nuevo. Aunque fuera un Mac mini, pero tenía que ser un sobremesa. La idea inicial, como he dicho antes, era uno bien cargadito de 27 pulgadas. Pero un ejercicio de humildad me está haciendo ver que no necesito algo tan grande. Una pantalla tan grande sólo me beneficiaría a la hora de tratar digitalmente mis dibujos, y es una actividad que también puedo hacer perfectamente en un panel más pequeño.

Así que tras todas estas comidas de coco estoy esperando a que Apple renueve tanto los iMac como los MacBook Pro para tomar una decisión. Pero probablemente me decida por un iMac de un tamaño humilde con las opciones de configuración no tan humildes. Ya veremos. Que luego este tipo de decisiones se terminan cambiando en el último momento, pero la idea es tomar una que sea mínimamente racional.